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Vinos con la mejor puntuación... ¿pero dónde está el placer?

No hace mucho, compré un vino que había obtenido una puntuación de 98 puntos. Cumplía todos los requisitos técnicos: era equilibrado, estructurado y complejo, pero no pude evitar sentirme un poco decepcionado. Esta experiencia me hizo parar y reflexionar.


Una copa de vino blanco siendo servida de una botella, con el número 98 superpuesto sobre la imagen.

En este sector se habla mucho de las calificaciones de los vinos.

Pero, ¿estamos pasando por alto el simple placer de disfrutar de un vino?


El papel de las calificaciones en el mundo del vino

En el sector vinícola, las calificaciones han sido durante mucho tiempo un importante punto de referencia. Críticos de renombre como Tim Atkin MW, Robert Parker's Wine Advocate y Jancis Robinson ofrecen calificaciones basadas en criterios técnicos: estructura, equilibrio, tipicidad, potencial de envejecimiento. Estas puntuaciones aportan claridad y puntos de referencia en el vasto y complejo mundo del vino.

Pero dentro de ese enfoque analítico, a menudo se deja de lado algo profundamente humano: el factor disfrute.



Pasando por alto el placer en la búsqueda de la perfección

Para aquellos que trabajamos profesionalmente en el mundo del vino - sumilleres, enólogos, comunicadores, importadores, distribuidores - existe una presión por desarrollar un profundo conocimiento técnico. Y con razón. Queremos comprender las variedades de uva, el terruño, la vinificación, el análisis sensorial y las técnicas de envejecimiento.

Pero al perseguir la complejidad y la precisión, corremos el riesgo de desconectarnos del simple placer que nos enamoró del vino en primer lugar: la alegría de una copa bien servida compartida en el momento adecuado.

A menudo me quedo absorto analizando un vino - agitándolo, oliéndolo y hablando de su estructura - hasta que Lara se inclina y me dice: «¿Podemos simplemente disfrutarlo, por favor?». Es un recordatorio muy necesario.


Primer plano de la etiqueta de la botella de Palo Blanco, Vinos Atlánticos, Envínate 2023.

¿Una puntuación alta garantiza el disfrute?

Los vinos que obtienen 95, 98 o incluso 100 puntos son, por definición, técnicamente excepcionales. Pero eso no siempre se traduce en placer. Como Tim Atkin ha señalado a menudo: «un vino puede ser técnicamente impecable, pero no emocionarte».

Recientemente probé un vino blanco de 2023 a un precio razonable cuya añada de 2020 había obtenido 98 puntos. No era fácil de beber: era ácido, lineal, ligeramente reductivo y con un fuerte sabor a azufre. Aunque se abrió maravillosamente con el tiempo en la copa, no estoy convencido de que lo volvería a comprar.

El disfrute es muy subjetivo. Por ejemplo, un vino más modesto y accesible puede proporcionar una satisfacción mucho mayor, dependiendo del momento, el estado de ánimo y la persona que lo bebe.


¿Un precio más alto significa más placer?

Otro concepto erróneo con el que nos encontramos a menudo es la creencia de que el precio es sinónimo de placer. Un vino de alta gama puede estar magníficamente elaborado, pero eso no garantiza una experiencia más agradable.

El contexto, la compañía y el momento pueden ser mucho más importantes que el precio.

En Wine Industry Mallorca creemos que el vino no es solo lo que hay en la copa, sino también la historia que hay detrás, el lugar al que te transporta y cómo te hace sentir.

También nos frustra que se descarte un vino simplemente porque no tiene un precio elevado o un nombre prestigioso. Hay tantos vinos excepcionales de precio medio que pasan desapercibidos como resultado de ello.


Un grupo de clientes disfrutando de una cata de vinos en una finca en Sóller, antes de degustar una paella recién hecha para almorzar.

El vino debe ser una experiencia

Las calificaciones de los vinos son increíblemente útiles, y siempre es gratificante cuando una de nuestras bodegas asociadas recibe un merecido reconocimiento. Lo que lo hace aún más especial es que muchos de los productores que defendemos no se definen por sus elevados precios o sus prestigiosas etiquetas, sino por la pura pasión y la calidad sin concesiones de cada botella.

Las calificaciones pueden orientar las elecciones, celebrar la excelencia y reconocer la artesanía que hay detrás del vino. Pero nunca deben ser la única medida de su valor.

El vino es cultura. Es una historia contada a través del sabor. Un recuerdo capturado en una copa. Por encima de todo, está destinado a ser experimentado y disfrutado.


Redescubrir la alegría...

... Y me incluyo en esto.

Todo el mundo merece descubrir y disfrutar del vino a su manera: confiar en sus sentidos, disfrutar sin culpa, explorar sin prejuicios y saborear sin necesidad de una razón.

Porque, al fin y al cabo, un vino que te hace sonreír o te da esa cálida sensación desde el primer sorbo vale todos los puntos del mundo.


Así que la próxima vez que te sirvas una copa, pregúntate: ¿te hace feliz??

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